La piedra armó su segundo tono en la archiconocida casa de Lulli.
El 8 del 8 del 8, a las 8 (en teoría) empezó lo que sería una noche cargada de sorpresas, emociones y más de una jeringa. Los ingredientes perfectos para una buena fiesta.
La gente empezó a llegar alrededor de las 10 al lugar ya mencionado. Venían en mancha y con los ánimos encendidos. Poco a poco se fue armando la fiesta y los ambientes empezaban a quedarse chicos. La nueva instalación eléctrica que se hizo especialmente para la fiesta sirvió para tener una zona fuera del salón principal. El chopp quedó chico gracias a la gente de la PUCP que desde temprano se aprestaron para dejarlo vacío, mientras conversaban y reían antes de lo que sería el evento de la noche: el concurso interuniversidades de secos.
Este acontecimiento, que no estoy seguro a qué hora empezó, enfrentó a las dos universidades que más gente tenía en la fiesta: la PUCP y la UPCH. Se escogieron a 4 participantes por cada universidad y empezó la matanza. Primero, shots de ron. Al acabarse inesperadamente la botella, se pasó a la de Vodka. Los competidores no defraudaron y a pesar de que algunos cayeron pronto, los dos finalistas terminaron la botella con un número insólito de shots de Vodka para una persona: 21. Sí, 21 shots. Para uno de ellos ese fue el final de la fiesta (quedó privado en un sillón), mientras que el otro desapareció por unos minutos y luego volvió como si nada hubiera pasado.
Después de eso, empezó el baile, porque en el tono de la Cornerstone también se bailó. Y bastante. Con CDs de dudosa procedencia que venían del futuro y con Ipods que viajaron por kilómetros para esta fiesta, la música que se disfrutó fue muy variada y propicia para que parejas hagan con ella lo que querían. Se pudo ver a varios galifardos que utilizaron los perreos más sucios y los tragos que se ofrecían para embaucar a señoritas de su casa y afanarlas, aunque muy pocos tuvieron éxito. Utilizando como marco el repertorio musical, se introdujo el concurso de jeringas, en donde las parejas que mejor bailaban se hacían dueñas del privilegio de abrir sus bocas mientras que alguien les vertía una jeringa llena de tequila en menos de un segundo.
La música continuó, el alcohol parecía inacabable, cuando algunos empezaron a irse. Sin embargo, cerca de las cuatro de la mañana, llegó nuestro invitado sorpresa, desde Chile y en el día de su santo: el señor de los pequeños pectorales. Con el clásico canto de Feliz Cumpleaños, se empezó una nueva ronda de música y de trago en el que varios llegaron a sus límites. La noche ya estaba por terminar.
A las 5 y media, y cuando un despistado (o ebrio) rompió un vidrio del salón, la fiesta terminó. El sol ya estaba por salir y el retorno a casa se hacía inevitable. Los que quedaban se retiraron luego de una noche para el recuerdo en donde La Cornerstone hizo su mayor esfuerzo para que la pasen bravazo.
Nos vemos el próximo año.